En Chalinga hubo una fiesta y faltó el vino. Uno de los asistentes se ofreció para ir a buscarlo a Salamanca y partió con un chuico.
De vuelta, un tanto cansado, se sentó a reposar y luego de caer en un sopor lo transportaron a una fiesta que se celebraba en una cueva.
En ella se servía en un fino servicio de oro; el licor se ofrecía en mates de oro y en lo mejor de la fiesta se echó al bolsillo uno de éstos.
Después, fue devuelto al mismo lugar, donde había estado descansando y se recuerda que en medio de la fiesta se había guardado uno de los mates en que se sirvió y se llevó la mano al bolsillo y se encontró con una piedra.
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